Comercio exterior de 22 hombres tras un balón

Si hay un negocio redituable en México, y en el mundo, es el del fútbol. Desde que China ingresó a la Organización Mundial de Comercio en el 2001, la economía mexicana enfrenta un conflicto de política comercial: acelerar su integración con las cadenas de valor en América del Norte o abrir la puerta a una oleada de importaciones de China.


A pesar de que México ratificó su adhesión al bloque comercial norteamericano con la firma del T-MEC, su balanza de bienes y servicios, en relación con la segunda mayor economía del planeta, pone de relieve un dilema. El déficit comercial con China pasó de 342 millones de dólares en 1993 a 67,432 millones de dólares en 2017.


Este fenómeno afecta a prácticamente todos los sectores de la economía nacional, incluso a la industria del fútbol profesional.
Un estudio solicitado por La Liga Mx al Grupo de Economistas y Asociados (GEA) para medir el impacto económico del fútbol en el país destacó que el balompié factura 200 millones de dólares al año.


Para dar una idea de qué tan exitoso es, el estudio reveló que las actividades relacionadas con el fútbol mexicano representan el 54% del PIB que genera toda la actividad deportiva en el país. Nada mal para un deporte con 22 hombres tras un balón.


La evolución del futbol mexicano y su infraestructura física ejemplifican a cabalidad el ascenso de China como el principal proveedor de las importaciones nacionales. Un ejemplo de ello es la sustitución de campos tradicionales de pasto natural por una nueva generación de canchas de pasto sintético contraponen los costos y beneficios que implica traer esta tecnología desde China o desde Estados Unidos.


Podemos mencionar el caso del Estadio Caliente de los Xolos de Tijuana al implementar tecnología de pasto sintético Field Turf Revolution 360 en agosto de 2018, importada desde Georgia, Estados Unidos. Se trata de la misma superficie utilizada en el emblemático estadio Mercedes Benz de los Halcones de Atlanta, una cancha con características similares a la de estadios con pasto sintético de última generación como el de la Juventus de Turín, el Athletic de Bilbao, el Chelsea o el Liverpool.


El hecho de que la tecnología sea importada desde Estados Unidos provee ventajas evidentes como la cercanía geográfica y un contexto aduanal de aranceles mínimos protegido por las reglas del TLCAN/T-MEC.


En el nivel semifinal profesional, la demanda de pasto sintético producido en China se ha incrementado considerablemente. Aunque la tecnología es de menor calidad que la de sus competidores americanos y el costo de transporte es mucho mayor, las canchas de pasto sintético chino se han convertido en la nueva normalidad del deporte semiprofesional mexicano.
La importación de productos provenientes de China involucra un costo burocrático, arancelario y de transporte superior al de la importación de productos de la región T-MEC, de modo que la competitividad de estos productos yace en última instancia en su costo de producción. Para trasladar una cancha de 10 mil metros cuadrados de pasto sintético producido en China es necesario contratar al menos dos contenedores de cuarenta pies, asegurar la operación con la estructuración de una carta de crédito, pagar un flete de varios cientos de dólares, liquidar el IVA y pagar los aranceles correspondientes.


La decisión de importar pasto sintético desde China o desde Estados Unidos involucra las mismas variables utilizadas por otras industrias: un tradeoff entre costo y tecnología, así como entre la facilidad de hacer negocios en el marco del T-MEC y los beneficios de una producción más barata en China.


Si seguimos hablando del impacto del fútbol en la economía de México, el juego se pone serio. Es por esto que hacemos mención de cómo la Selección Mexicana se transformó en una maquinaria perfecta que la convierte en uno de los productos de mayor exportación. De acuerdo con los datos de ProMéxico, nuestro país es uno de los países con mayor exportación en América Latina y el número 13 a nivel mundial.

 
Los principales destinos de intercambio de bienes son Estados Unidos, Canadá y China. Aunque la mayoría de los productos que enviamos forman parte del sector automotriz y equipos electrónicos, la playera del Tri no se queda atrás. Tan solo en el Mundial de Rusia 2018, la playera del Tri fue la sexta más vendida en todo el mundo. Más de 3 millones 230 mil personas se pusieron la verde. De hecho, ¿sabes cuál fue el país que más compró? Sí, Estados Unidos.


De acuerdo con el sitio de comercio electrónico Soccer.com, 23 de los 50 estados americanos prefirieron vestirse de verde. Ese dato realmente no sorprende mucho si tenemos en cuenta que el 78.5% de los productos que México exporta se van con nuestro vecino y, además, de los casi 56.5 millones de latinos que viven en Estados Unidos, el 63.3% son de origen mexicano.
Una jugada perfecta.

 
Nadie estuvo más contento que su patrocinador, Adidas, con quien el Tri extendió su alianza comercial para continuar hasta la Copa Mundial de 2026. En este mundial fue la primera vez que la manufactura de la playera del equipo mexicano se realizó en su totalidad en territorio nacional, la logística para distribuirla fue todo un reto.


Generalmente, el proceso de la multinacional es que en el país se confecciona la base y se manda bordar y estampar a otras empresas de la marca, especialmente a países asiáticos. Pero para esa ocasión, la Federación Mexicana de Futbol, Adidas y la Manufacturera MYR -una empresa de Irapuato- se encargaron del proceso. La manufacturera irapuatense generó 1,800 empleos directos y produjo cerca de 20 mil playeras nacionales cada día.


La cadena de suministro de Adidas funciona a través de tres categorías:
Principales proveedores, quienes tienen una relación contractual directa con Adidas ya sea para exportación o consumo en el mercado interno.
Licencias que son empresas independientes que gestionan el diseño, producción y distribución de productos.
Agentes que interactúan como intermediarios para obtener productos de fabricación, gestionar los procesos de fabricación y vender productos terminados a la empresa.
Luego vino el proceso de exportación, pero en eso, nuestro país está muy bien rankeado.
Pero no solo las playeras son un gran negocio, también lo son los partidos amistosos que la Selección juega en el país vecino. La Femexfut y la empresa SUM tienen un acuerdo para realizar esos encuentros hasta el 2026 y se estima que la Federación obtendrá 2 millones de dólares por cada juego que el Tri dispute en Estados Unidos, sin importar el rival.


Ahora, agreguemos toda la derrama que dejarán los miles de mexicanos que cruzarán la frontera para ver a su equipo jugar en el otro lado. Porque los mexicanos somos así, viajamos para ver a nuestro equipo. De hecho, el 84% de los viajeros mexicanos ha organizado sus vacaciones según el calendario de partidos de su equipo.

 
Además, el 69% de los encuestados admitió haber cambiado los planes de sus vacaciones para no perderse un partido de fútbol. Y si no viajan, lo ven por televisión y eso también genera dinero. Por ejemplo, en ese mismo Mundial de Rusia, más 65 millones de personas vieron por televisión los encuentros e ingresaron más de 60 millones de pesos por venta de boletos.


Además, los aficionados mexicanos gastaron más de 80 mil millones de pesos durante la Copa Mundial 2018 solo en la comida de los restaurantes en los que pasaron los partidos, además de bebidas y botanas en tiendas de conveniencia para ver los juegos en casa.


El informe de GEA estableció que el gasto promedio global de los mexicanos al asistir a un partido es de $2,448 pesos contra los $911 pesos de aquellos aficionados que no asisten al estadio.
Sí, el fútbol es mucho más que 22 hombres tras un balón.

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