México avanza: de la pobreza multidimensional a las oportunidades reales

En México, hablar de pobreza ya no puede limitarse a calcular cuántos pesos entran en un hogar. Hoy, gracias a pensadores como Amartya Sen y Martha Nussbaum, entendemos que la pobreza no es solo falta de ingreso, sino ausencia de libertades reales: educación, salud, vivienda digna, seguridad y oportunidades para vivir con dignidad. A este enfoque lo llamamos pobreza multidimensional, y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), publicada cada dos años, se ha consolidado como la herramienta central para medirla en nuestro país.


Los datos más recientes del INEGI ofrecen un panorama alentador. Entre 2018 y 2024, los ingresos de los hogares crecieron en promedio 22.2% en términos reales, pasando de 6,113.2 a 7,468.6 pesos mensuales por persona. El avance más significativo se dio entre quienes menos tienen: el decil I (el 10% más pobre) incrementó sus ingresos en 41%, mientras que el decil X (el 10% más rico) lo hizo en 14%. Este comportamiento redujo ligeramente la desigualdad, reflejado en el coeficiente de Gini, que descendió de 0.426 en 2018 a 0.391 en 2024, el nivel más bajo registrado.


Aún más revelador es que la población en situación de pobreza cayó de 41.9 millones en 2018 a 29.6 millones en 2024: una reducción de 12.3 millones de personas. Este avance tiene dos pilares: las transferencias sociales, que representan ya el 17.7% del ingreso familiar, y el trabajo, que aporta el 67.7%. La combinación de ambos factores ha permitido disminuir carencias y abrir mejores horizontes. Es justo reconocer que la estrategia del Gobierno de México, al fortalecer programas sociales y alentar un entorno más equitativo, está mostrando resultados tangibles.


Sin embargo, como advierte Sabina Alkire, creadora del Índice de Pobreza Multidimensional, elevar ingresos no basta: el verdadero desafío es garantizar salud de calidad, educación continua y servicios básicos que conviertan el dinero en capacidades reales. En otras palabras: más ingreso no siempre significa más oportunidades si no hay condiciones que permitan desplegar el potencial de cada persona.


México debe mirar más allá del corto plazo y construir bases sólidas de desarrollo sostenido. Una vía estratégica es el fortalecimiento de los negocios familiares, motor económico del país y vehículo de movilidad social. Impulsar su formalización y crecimiento no solo genera empleos, sino que también amplía la base productiva y fiscal.


Asimismo, es clave fomentar inversiones en sectores multifuncionales —de la agroindustria a la tecnología— y apostar por la formalidad. Formalizar la economía significa abrir la puerta al crédito, a la seguridad social, a la capacitación y a mercados más amplios y competitivos.


Como diría Amartya Sen: “El desarrollo consiste en eliminar las privaciones de libertad que limitan las oportunidades y elecciones de las personas.” Ese debe ser el horizonte de México: que las cifras de ingresos sean solo el inicio de una transformación mayor, hacia una sociedad con oportunidades reales para todos.


FUENTE: EFE

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